Patrimonio

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La iglesia parroquial de San Pablo

La iglesia parroquial de San Pablo

Es una construcción renacentista de mampostería irregular. Se accede al interior del templo mediante dos portadas, una ojival con alfiz; y la de los pies, de medio punto. Adosada a la misma se encuentra la torre de singular remate y el baptisterio, con cubierta de crucería. Es importante destacar que la torre es reaprovechada, tuvo que haber sido una torre castrense defensiva a juzgar por el tipo de construcción y por el matacán que aún se conserva en lo alto de la misma. La torre es el elemento más efectivo y utilizado en la de­fensa de la iglesia, sobre todo por su doble función como campanario y torre defensiva. La mayoría de las iglesias fortificadas lo son porque incorporan a su estructura una torre con fines claramente defensivos, ya sea una torre mi­litar preexistente, una torre-campanario de traza contemporánea al resto de la iglesia, o la reconversión de alguna parte de la iglesia con funciones similares a las que puede tener una torre defensiva, como es el caso de algunas iglesias con ábside-torre. Son escasas en Extremadura este tipo de torres-campanario con matacanes. Hay un pequeño grupo de iglesias cuya fortificación no se rea­liza con torres, sino con otros elementos de defensa vertical como matacanes, galerías o terrazas almenadas.

En el paramento de la puerta lateral, empotrada en la fachada, hay un ara votiva romana de acarreo, en granito rojizo, dedicada a Victoria Celtíbe­ra.

Su interior consta de dos naves con cinco tramos cubiertos con bóve­das de cañón con lunetos, separados por arcos apuntados apoyados en pilares adosados y ábside poligonal cubierto con bóveda de crucería en cuya clave central está el escudo del obispo Gutierre de Vargas Carvajal, pregonando la ejecución de la cabecera durante su episcopado y mecenazgo en el siglo XVI (1558-1559). A los pies se sitúa el coro sobreelevado bajo bóveda de cañón con lunetos que junto con la fachada de los pies fue rematado durante el pontificado de Pedro Ponce de León, según dejó testimonio en su escudo de armas sobre la portada de los pies del templo. En la diócesis de Plasencia el obispo Pedro Ponce de León sucedió en el año 1560 al obispo Gutierre de Vargas Carvajal. Continuó su labor de edificación o renovación de iglesias. Fue también, como su predecesor, un gran mecenas de las artes (arquitectura, escultura, platería, bibliofilia).

Ha desaparecido el retablo mayor de la primera mitad del siglo XVII, sabemos su estructura gracias a fotografías, conservándose algunas esculturas barrocas procedentes del mismo. Retablo decorado con motivos vegetales, de dos cuerpos y banco, y superposición en altura de los órdenes arquitectónicos de la antigüedad clásica, imponiéndose un riguroso horizontalismo que impo­ne claridad compositiva y una cierta monotonía, resultante del cruce de calles y entrecalles con los entablamentos. El banco le formaban cuatro pinturas -que actualmente se encuentran en la casa parroquial-. Los dos cuerpos prin­cipales estaban recorridos por cinco calles y ático con el Crucificado y remate en frontón triangular, a ambos lados del Crucificado, San Juan y la Virgen en dos hornacinas adinteladas. En el primero un tabernáculo barroco añadido en el siglo XVIII y, a ambos lados, en hornacinas flanqueadas por columnas de fuste estriado y capitel jónico, con hornacinas en arco de medio punto y resalte superior avenerado, llevando las más extremas un óleo sobre lienzo y, en las hornacinas las imágenes de la Virgen con el Niño y un Resucitado; al otro lado, una Virgen con Niño y un San Antonio. Presidía la hornacina central del segundo cuerpo la imagen del titular, San Pablo y, a ambos lados, en hornaci­nas flanqueadas por columnas de fuste estriado y capitel corintio, las imágenes en madera policromada de San Juan Bautista, San Marcos y, al otro lado, la Asunción y Santa Catalina de Alejandría. El retablo estaba rematado con una cornisa que presentaba dentículos. En el año 1975, previa licencia episcopal, fue desmontado el retablo por encontrarse en muy mal estado de conservación y fue trasladado al coro del templo parroquial, de donde ha desaparecido.

Los cuadros que habían estado expuestos en el retablo mayor, obra de la primera mitad del siglo XVII, se encuentran en la casa parroquial: Anuncia­ción, Santo Tomás de Aquino, San Mateo con el Ángel, San Juan Evangelista y San Juan Bautista que acompañaría a la escultura en el retablo mayor, óleo sobre lienzo situado sobre la hornacina de esta imagen.

También en la casa parroquial se conserva un Crucificado de marfil, obra del siglo XVII, que se nos representa con la cabeza ladeada hacia su iz­quierda. No tiene corona de espinas, la cabellera cae en rizos sobre la espalda y por delante sobre ambos hombros. Las arrugas del entrecejo expresan su dolor que subraya su boca entreabierta. El bigote de lacias guías enlaza con la barba corta trabajaba en suaves ondas. De anatomía poderosa bien concebida, con un ancho tórax que se continúa por las caderas poco resaltadas cubiertas por un paño de pureza arrollado al cuerpo, con sus bordes arrugados como tiras que se cruzan en aspa sobresaliendo los pliegues en forma de abanico y anudándose en el lado izquierdo. Sus brazos se elevan ligeramente sobre la horizontal. Sus manos están en deplorable estado de conservación, aprieta sus dedos por el dolor sobre los clavos que le sujetan a la cruz (es moderna). Sus caracteres estilísticos son parecidos a los que presenta un tipo de Crucificados de arte italiano del siglo XVII. Es una obra que refleja las manos de un artista buen conocedor de la talla de marfil.

En la actualidad, antes de acceder al Altar Mayor, elevado con respec­to a la nave, se han practicado a ambos lados dos hornacinas en arco de medio punto que acogen las imágenes de la Inmaculada, obra de Olot de hacia 1910 en el lado del Evangelio y, en el de la Epístola, una imagen moderna de San José con el Niño. Preside el retablo una talla del Crucificado de la primera mitad del siglo XVII. Magnífico Cristo de tres clavos, está representado muer­to. La cabeza descansa sobre el pecho, siendo la actitud general de profunda serenidad. La sangre aparece localizada y contenida en las heridas habituales. El artista anónimo ha sabido presentarnos un Crucificado de espléndida ana­tomía. Órbitas oculares hundidas; cabellos y barbas de talla minuciosa, ana­tomías rígidas y el añadido de la corona de espinas, imagen que se cubre con paño de pureza de extremas quebraduras de los pliegues anudado a su cadera derecha, elementos presentes en esta pieza que contribuyen a la concesión de una mayor verosimilitud a la representación.

En el muro del Evangelio, junto a la puerta de entrada lateral, un Sa­grado Corazón de Jesús moderno y, al lado, la imagen de San Marcos con el león, que perteneció al retablo mayor, obra de la primera mitad del siglo XVI1, con manto y túnica realzada mediante finos y amplios pliegues en las manos, que sobresalen en las bocamangas, rectos y con ciertas quebraduras en su caí­da final. Con los ojos hundidos y entornados, de abundante barba y cabellera.

Preside el Altar Mayor un Crucificado que se encontraba en el ático del retablo mayor, obra de la primera mitad del siglo XVII. En el Altar Ma­yor, al lado del Evangelio está la imagen policromada de Nuestra Señora del Rosario, obra del siglo XVI. Sigue un tipo convencional que quiere destacar a la Virgen en pie con el manto recogido sobre su brazo derecho con el que sostiene una fruta (Nueva Eva), y en su brazo izquierdo sostiene a su hijo. La policromía es correcta, aunque se encuentra en deplorable estado de conservación, utilizando el azul para el manto decorado con flores de tres pétalos y en cuyo borde tiene una orla de encaje matizada con ramas floreadas buscando la elegancia compositiva y la caída de los bordes curvilíneos a uno y otro lado de la escultura. La Virgen adopta un aspecto sobrio, distante, como queriendo evocar la distancia de una imagen antigua.

Entre los años 1617 y 1619 recibimos noticias de un pleito en las cuentas de la congregación del Rosario que se servía en Zorita con Baltasar Díaz, por los desacuerdos generados a raíz de la construcción de un retablo dedicado a la Virgen del Rosario. En el mismo Libro de Cuentas se anota en el año 1631 la procedencia trujillana de otro retablo dedicado al Niño Jesús. El entallador y carpintero Baltasar Díaz fue el padre de los escultores Gaspar Díaz y Diego Díaz Carrasco, con taller establecido en Trujillo. Falleció hacia 1623.

En el Altar Mayor, en el lado de la Epístola está la talla policromada de San Pablo, obra de la primera mitad del siglo XVII, imagen que presidía el retablo mayor desaparecido y que ha sido restaurada recientemente. Imagen de bellas facciones, aparece barbado, con la cabellera rizada, sujeta la espada con la mano derecha y con la izquierda sostiene un libro.

En la nave lateral, se encuentra una imagen de la Dolorosa de prin­cipios del siglo XIX. La bellísima imagen representa a una joven María de rostro sereno y mirada ensimismada, con las manos en oración, quien, en gra­cioso ademán inclina la cabeza mirando hacia el cielo, es de talla completa, presentando una policromía con delicioso brillo a pulimento, y el complemen­to de ojos de cristal.

Hay en un lateral del templo un magnífico retablo con tableros deco­rativos sobresaliendo las columnas salomónicas con la imagen del Nazareno y en el ático una Asunción, talla policromada del siglo XVI. El retablo es obra de mediados del siglo XVIII con decoración vegetalista muy recargada. Al lado, un Resucitado moderno y un yacente articulado en una urna, que se utilizó en otros tiempos para la representación del Descendimiento el Viernes Santo. En este espacio litúrgico, hay un óleo sobre lienzo en muy mal estado de conservación con la representación de la Inmaculada. La Virgen, frontal. con las manos juntas en oración y la cabeza ligeramente inclinada, viste túnica de color rojo y manto verdoso, a sus pies dos ángeles adolescentes, obra de la segunda mitad del siglo XVII.

Un retablo neogótico alberga las imágenes modernas de San Pablo, Santa Teresa de Jesús, Santa Ana y la Virgen María, y la Virgen del Carmen. Al lado, se conserva un lavatorio de granito con hueco avenerado, obra del siglo XVI.

Seguidamente, accedemos a la capilla bautismal de planta cuadrada y cubierta con bóveda de crucería en cuya clave se representa un árbol me­táfora ancestral de la vida en perpetuo renacimiento, hechura del Paraíso que subraya el carácter de la pila bautismal como verdadera fuente de vida cuyas aguas confieren la inmortalidad. Pues el bautismo es resurrección espiritual, remembranza de los tres días de Cristo en el sepulcro. En el centro de la es­tancia hay una magnífica pila bautismal de piedra, obra del siglo XVI. Según el Concilio de Lérida (546), las pilas bautismales debían ser de piedra porque "el agua nace de la piedra y Cristo, fuente viva, es piedra angular". La nuestra, cilíndrica, presenta gruesa basa y es de considerable tamaño respondiendo al modelo tipológico más antiguo acorde con el rito de inversión vertical hasta la cintura de adultos infantes, vigente al menos hasta el siglo XI. Presenta taza semiesférica gallonada y friso continuo geométrico.

Preside la capilla la imagen de San Juan Bautista, de la primera mitad del siglo XVII, procedente del retablo desaparecido. Se nos presenta de pie, vestido con un sayo de pelo de camello, portando el Cordero, le falta el estan­darte presumiblemente con la inscripción Ecce Agnus Dei que le hace ser pre­cursor de Cristo. La escultura adquiere un tratamiento monumental, con una concepción anatómica excelente apreciándose levemente ya que el vestido de piel de camello le cubre casi por completo. Los paños son muy abultados y adquieren movimiento ondeante al caer en/curva desde el hombro izquierdo hacia la cadera opuesta, en donde adquiere mayor resalte volumétrico. La po­sición es forzada y desequilibrada, escribiéndose en una línea helicoidal. La fi­gura forzada del cuerpo, al quebrar la articulación de la cadera derecha y hacer avanzar con fuerza la otra pierna en escorzo, al mismo tiempo que levanta el brazo derecho. Además, es fiel a la interpretación iconográfica de representar a San Juan con una edad similar a la de Jesús, de quien era primo, pues nació poco tiempo antes que éste.

En la capilla bautismal también se conserva una magnífica talla ba­rroca del Crucificado clavado en una cruz de gajos, obra de hacia 1600. La pieza es obra de hondo dramatismo. Cristo acaba de expirar. La cabeza, tocada con corona de espinas labrada en el mismo bloque de la madera, descansa con cierta serenidad sobre el pecho, pero con tórax y abdomen, de perfecto tratamiento anatómico, aparecen todavía contraído por el dolor. El artista ha sabido expresar de forma magistral la contorsión del cuerpo, el paño de pureza blanco aparece anudado en la parte izquierda de la imagen, formando diversas ondulaciones. La brillante encarnación a pulimento, bien conservada, exalta el cuerpo torturado.

Junto a la capilla bautismal está la sacristía, cubierta con bóveda de aristas. En la sacristía se conserva un óleo sobre lienzo popular con la repre­sentación de San José, obra del siglo XVIII.

Junto a la puerta de acceso al templo, por los pies, hay una escultura de la Piedad o Jesús en brazos de María, de la primera mitad del siglo XX, que procesiona en Semana Santa. Y, próxima a ella, la talla de Santa Catali­na de Alejandría, obra de la primera mitad del siglo XVII, que formó parte del desaparecido retablo mayor. La Santa está representada con los atributos habituales de su iconografía. En la mano lleva el libro que alude a la leyenda de su victoria dialéctica contra cincuenta filósofos y por lo tanto se la con­sideraba poseedora de ciencia teológica y filosófica, pues no en vano se la hacía oriunda de la culta Alejandría. La espada, que tendría cogida con su mano derecha, ha desaparecido, aludiendo a su decapitación. La cabeza del emperador vencido a sus pies, alude al emperador Maximiano, que fue el que decretó su martirio. Por último, la rueda dentada se relaciona con su primer martirio fallido, según el cual debía ser despedazada por dos ruedas con hojas afiladas, que fueron milagrosamente destrozadas por un rayo que cegó a sus verdugos. Esta escultura resulta aún más fría de expresión que las del resto del retablo, buscando la solemnidad distante. El plegado es rígido consiguiendo que la escultura presente un claro frontalismo. Está coronada, observándose el arranque de la abundante cabellera que cae sobre la espalda.

Tipo
Iglesia